domingo, 23 de mayo de 2010

Victoria (extracto)




"...A las once de la mañana llegaban los pescadores con los botes llenos, yo esperaba que vendieran todo, entonces -como me conocían- al quedar poco pescado preferían irse y me los regalaban atados con un junco; a veces me daban diez por cincuenta pesos, sólo por cobrarme algo. Al llegar con este “trofeo a la simpatía” a casa antes de las doce del día, yo me transformaba en un héroe,  mi abuela me adoraba y  contaba esta hazaña a todos. Yo era su gran nieto con personalidad.
Otros días me gustaba ir  a meterme entre las rocas durante la marea baja y explorar lo que el agua había dejado cautivo entre los recovecos de piedra. Nunca dejaba de quedarme mirando por mucho tiempo  la forma hilada de troncos petrificados que tenían algunas rocas y pensaba que eso ya estaba ahí hace miles de años, eso era una revelación en mi mente infantil.
Después de una hora de rastrojear, me sentaba en una roca  -la misma siempre-  y contemplaba la bahía y los pájaros en picada hasta la superficie, los trocitos de algas verdes que flotaban y el agua calmada. Este era el momento de soñar…
Lo que más viene a mi mente es tener once años y ver mi rostro de niño reflejado en los espejos de agua formados por las rocas, mirando los cerros que rodeaban la bahía recordando a mi compañera del colegio que me gustaba, la misma por años… sacando la cuenta de cuánto faltaba para volver a verla cuando regresáramos al colegio. Los colores de estos recuerdos son siempre anaranjados y mi pelo está un poco más largo y claro que en invierno; y mi piel más oscura.
Junto a mí  está mi playa elevada de arena clara y los bosques verdes detrás, para cuando estuviera  nublado me metiera en sus misteriosas huellas a recorrerlo por el día entero. En esos senderos a veces encontraba respuestas a preguntas que nunca me había planteado, desconocidas para mí, descubriendo formas  entre las ramas y el cielo que sugerían presencias creadas por mí  y que acompañaban mi caminata.
Venían entonces las olas de recuerdos e imaginación. Cantaba canciones que inventaba  en el momento con las cosas que estaban a mi vista, mezclando esas imágenes del paraíso con mis sensaciones pasajeras, casi siempre marcadas por la soledad. Cantaba canciones de hombres y mujeres caminando hacia el horizonte y de un grupo de hombrecitos que a veces venían a buscarme en la noche para salir a recorrer lugares desconocidos para mí. Cantaba canciones que preguntaban del por qué  de las cosas que no  tenía y cómo hacían los demás para verse satisfechos y felices.  Eran melodías monotonales que fraseaban con cadencia de danza. Veía mi cuerpo languideciendo hacia el lado izquierdo y mis brazos cubriendo el lado derecho de mi rostro..."


"...Debo contar estos detalles que me han hecho ver lo pequeño que soy ante otros seres, en particular  ante aquella niña, mi compañera de curso de hombros angostos, a quien conocí a los 8 años, cuando la vi por primera vez llegar a clases, con su bolsita para flauta bajo el brazo y a quien nunca he olvidado..."


"...Hace un par de meses, caminando por el Parque de las Olas, alguien me habló; como no soy oriundo de esta ciudad, me extrañó escuchar mi nombre a viva voz. Al darme vuelta, miré y traté de distinguir un rostro conocido. Una mujer me dijo:
-Soy yo, Victoria
Dudé un momento sin poder creer que era La Victoria que yo pensaba. Era ella, mi compañera con la que soñaba en los veranos, mi amor de niño-adolescente, estaba frente a mí y yo sólo pude esbozar una sonrisa incrédula.
Fue como una aparición, estaba igual de bonita que cuando niños. Su cabello era más hermoso y también su forma de moverse era la misma. Ella tenía los ojos bellos que me miraban desde el banco de más atrás mientras yo intentaba darme vuelta sin llamar la atención de nadie  y poder verla sin ser molestado. Era tan sencilla y suave; y hoy, frente a mí, se veía igual. Traía puesto  un delicado pañuelo que adornaba la S de su cuello y su rostro luminoso de niña….todo venía con ella. Tuve que contenerme y evitar soltar una lágrima de emoción mirando justo arriba de sus ojos, en el medio de su frente, donde su aura era amarilla y celestial.
Nos saludamos con un abrazo fuerte cuidando de hacer sentir al otro el cariño que ambos habíamos sentido mutuamente en el colegio y que tal vez, a ella como a mí, nos había hecho falta desde hacía muchos años..."


"... Le envié un mensaje sin saber si ella lo recibiría, hasta que un buen día recibí de vuelta un mensaje escrito por ella, en el que me decía que me avisaría su próxima visita a la ciudad  para pasar un día juntos..."


"...Corté y no podía creerlo, en cinco o seis horas más estaría con Victoria.

Traté de dormir, ella  llamó cuando venía a mitad de camino y ya amanecía, no pude dormir más. Me quedé mirando el techo y entré en la ducha durante una hora para  estar  bien despierto.

En esas horas de espera sentía el amor de ella, la imaginaba viajando, conduciendo toda la noche para estar conmigo. La recordaba de niños, siempre casi imperceptible entre los demás, lejana al ruido y amable con todos, y de cuando me contaba que estando a veces triste, se subía  a su níspero a esperar que se le pasara la pena.

Estas eran las horas en que trataba de resignarme a todas las penas, las derrotas y momentos de duda y cambiarlos por la gracia de sentir cómo, finalmente, tenía el regalo de Victoria en mi vida.
No sabía por qué había tenido que esperar tanto, ni por qué -siendo ella una mujer hermosa y buena- revelaba tanto sufrimiento y soledad. Mi misión en la vida parecía aproximarse, que era ser y hacer feliz a Victoria, con quien me cruzaba por segunda vez en la vida, a los treinta y tres años.
No había tenido tiempo de verla bien en la ocasión que estuvimos juntos, pero recuerdo claramente su expresión vivaz y graciosa. Trataba de imaginar cómo se vería su cabello exuberante y suelto ahora siendo adultos, viéndola hoy…como casi por primera vez en mi vida.
En la última hora de espera me recosté sobre el sofá y puse mi disco de cabecera de los Beatles y escuché una y otra vez “The Long and Winding Road”, entendiendo después de oírla varias veces, que sería  ella quien realmente me llevaría  hasta su puerta, tomando mi mano con la suya pequeña, mostrándome cómo debía vivir después de haber errado tantas veces.
Esta etapa sería el puente en cuyo extremo lejano  yo  me vería también traicionando su nobleza al no poder evitar evidenciar los  fantasmas que me asolaban desde mi niñez, y que en mi pequeñez orgullosa no había sido capaz de enfrentar sabiamente, para así no dañar a quienes me amaban..."

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miércoles, 12 de mayo de 2010

La Ciudad del Viento, (Relatos, extracto tercera parte)



 
Versos del Sueño de Abril (extracto)
  II
Mis pies son torpes y he perdido el suelo que guía mi andar. Mis pasos largos van a posarse en un lodazal lejano.
No he bebido agua en todo el día y extiendo mis manos hacia el río hasta alcanzar la orilla y probar un sorbo.
Una brisa de traición me empuja y pierdo el equilibrio, cayendo en el fango pesado y fétido.
Mi boca pegada al lecho deja entrar por mis labios  la humedad del pantano saciando el temor a morir de sed.
Por mi nariz se cuelan cristales diminutos, rayendo mis pulmones rompiendo hasta la sangre mi garganta.
Por fin viene el viento y me levanta, hasta salir del negro tormento. Limpio mi rostro y seco mi pecho, miro hacia atrás y veo que nada está ya.
Ahora debo elevarme y encontrar mi tesoro con la ira, sin amor que calme mi desvelo.
                                       III         
Son las cinco de la mañana. Todo está listo y he dejado un cerro de desperdicios que me esperan a mi regreso. Tal vez no los encuentre; tal vez  la corriente se los lleve o, lo más probable, un saqueador  los tome, sin saber qué maleficio arrastra con él.
El viento favorece mi avance y el faro me guía hacia donde el río desemboca al Gran Lago. Mi rostro está limpio y pasa por mi mente el recuerdo de un bote de tablas que alguna vez construimos junto a mi hermano cuando yo tenía ocho años, el cual naufragó antes de siquiera despegarse de la arena.
El sol a mi espalda dibuja  una sombra sinuosa, que en el agua calma,  traspasa la sábana blanca que cubre el cauce. Me siento el capitán de una cruzada, solitario ante el ejército desconocido que me aguarda en el Gran Lago y recuerdo que
alguna vez escuché la historia de un joven que, hace más de veinte años, se aventuró al Gran Lago en su bote,  buscando a  su hijo   que había sido llevado por las aguas. Otros hablan de seis hombres pequeños con cabeza de pájaro que raptaron al niño subiéndolo a una balsa de velas negras que se elevó hasta desaparecer en el cielo. Dicen también que nunca se le  vio volver. Si en mi rumbo lo encuentro, será él mi compañero.

viernes, 7 de mayo de 2010

Espejo (poema)


He estado pensanden cuál es mi lugar,
desde donde te observo.

 Necesito conocerme más,
saber quién soy en lo más profundo. Tú me estás mostrando esto; necesito crecer y cambiar.

Quiero que tu nobleza pueda resonar en mí,
quiero que mis colores se puedan parecer a los tuyos,
y que mi amor sea obra en tus manos.

Mirror (poem)


I´ve thinking about what is my place
Since the place I´m watching you.

I think I need to know myself more. To know who I´m in the deeper.
You´re showing me this, I need to grow up and change...

I want your goodness can echo on me and my colours could be like yours.
That my love be a deed in your hands

martes, 4 de mayo de 2010

La Ciudad del Viento (poema)


iré a dormir en el silencio de tus bancos de arena 


                                   

El Gran Lago y los Maleficios. Serpiente (maleficios)


Sé que vas y vienes como las corrientes del gran lago.
Yo entre las arenas y remansos busco el lugar donde me espera mi  oboe, vigilado por tu paciencia  de serpiente artera y ladina mientras ablandas su madera y, con el tiempo, más lo deseas.
Cuando ya sea un navegante  sagaz, descamaré tu languidez en el gran lago y, con los trozos de tu cuerpo alimentaré a tu séquito de cristales contorneantes y al hombre olvidado que partió  en busca de su hijo;  tomaré mi tesoro y lo abrazaré otra vez;  limpiaré sus llaves hasta escuchar como  suavemente vuelve a soplar amor a mis oídos, entonces volveré a dormir en mi cuna de arena.

domingo, 25 de abril de 2010

Semiología del poema y los relatos de la Ciudad del Viento

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Los puentes de la ciudad son las cuerdas de una orquesta que unen el alma con el cuerpo. Las cuerdas son la continuidad y el carácter, lo que integra y comunica. La celesta son las crestas doradas de aguas  rizadas por los vientos que viajan por el  río. Los vientos de las maderas son la palabra, el mensaje que expresa lo habitual. Las flautas son la naturaleza y los pájaros, están en el cielo. Los bronces (metales) marcan los hitos, los motivos relevantes, son el impacto de las ideas. Los timbales son el caos ordenado del constante cambio y la intensidad de estos. Los platillos son olas que rompen en la costa, castigando el silencio de la arena una y otra vez. La sabiduría está en las maderas graves, la voz profunda del fagot que habla con sosiego e introduce los motivos, junto a la voz joven del clarinete y la voz y clara del oboe.
La Diosa Enki, benevolente con los hombres, creó la tierra que es la melodía y la sonoridad, o tal vez donde resuena la orquesta, lucha contra Enlil, que la socava con tempestades, él es dueño de los timbales y los platillos. Cuando está sereno, canta con la celesta y las crestas doradas de las aguas, que con la fuerza del viento se transforman en tempestad

sábado, 17 de abril de 2010

- La Niña de los Ojos de Luna Llena. De cómo nació la Ciudad del Viento

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Una niña de cabellos rizados descubrió esta flor silvestre creciendo en los arenales del río, justo junto a mi banco de arena donde vivíamos mi oboe y yo; me habló con voz suave y quebradiza diciendo: "mira, aquí crecerá una ciudad, La Ciudad del Viento". Mientras yo la contemplaba y veía como la flor pequeña se multiplicaba por miles.
Hoy eso es una ciudad de flores, viento, música y agua que lava mi rostro. En el banco de arena que ella descubrió la primera flor he dejado anclado mi barco. Poco a poco fuí bajando a los arenales mis pertenencias de años y ocupando el espacio llano con cosas inútiles, y así  -sin darme cuenta- fuí quitando espacio a mi oboe hasta casi dejarlo en el extremo más lejano del arenal. Las flores se confundían con mis desperdicios y cada vez dedicaba menos tiempo a escuchar la voz de la niña de cabellos rizados, que me hablaba de que cada día nacían miles de flores más. Confundido y desorientado por mi tormenta y esos miles de flores, olvidé que era mi oboe quien cada mañana cantaba a esta ciudad de flores que nacían. Entonces  fuí en su búsqueda hasta el extremo del arenal.
Me desplomé al ver que al subir las aguas y el viento de la tormenta  lo habían arrastrado nuevamente y, en mi pena de abandono a mi tesoro, me sumergí en las aguas del río y nadé buscándolo.
Llevo años viviendo en los bancos de arena, los he conocido todos pero no he vuelto a ver mi oboe.
Viviré en este río hasta encontrarlo nuevamente, volveré a limpiar sus llaves y lo abrazaré firmemente otra vez, sin olvidar que sin su aroma dulce y su amor soplando a mi oído todas las flores y el río se secarán y esta ciudad ya nunca volverá a vivir. Tal vez sea devorado por la serpiente que acecha en los remansos del río o tal vez, si los años no me alcanzan,  me adentraré en el mar, dejaré atrás mi ciudad, mi bicicleta y mi barco. Entonces, veré mi cuerpo suspendido y caerá  una lágrima de mis ojos, que junto a otros millones irá a bañar la playa elevada de mi niñez.

martes, 19 de enero de 2010

La Ciudad del Viento. Relato (2ª parte)

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De cómo conocí los bancos de arena.


Después de algunos días de mucho haber estudiado, decidí salir a conocer los lugares más lejanos al parque. Caminé buscando el río, quería respirar sobre el puente el aire abundante que corre en la tarde. Pensaba además que ahí podía haber algo interesante para mí. Siempre encuentro algo interesante donde voy.
Sin darme cuenta apuré mis pasos, quería llegar hasta ahí a la hora del mejor color de las aguas, las seis de la tarde.

Al llegar, apoyé mis brazos en las barandas del puente y comencé a ver los restos que las aguas habían arrastrado y desperdigado en los incipientes bancos de arena. Eran trozos de palos, hojas, piedras que tenían formas de animales y muchas cosas que no podía distinguir. Estuve por horas observando el ancho caudal y caminé de un extremo a otro del puente varias veces.

Justo antes de atardecer, siguiendo una gaviota que rastrojeaba en la arena, divisé un tronco con una forma muy parecida a un instrumento musical de madera; había sido arrastrado por la corriente del río y varado en un banco de arena. Yo quería verlo de más cerca, su forma me había cautivado y pensaba en cómo bajar al lecho del río a tomarlo. Fuí rápido hasta el muelle a buscar mi barco, así llegaría antes del atardecer hasta el banco de arena donde estaba el trozo de madera con forma de clarinete o algo similar.

Subí a mi barco y navegué rumbo al banco de arena, mientras iba hasta allá, me atormentaba la idea de que el agua pudiera haber arrastrado mi trozo de madera otra vez, o peor aún, que alguien más lo hubiese tomado. Estaba seguro que alguien que supiera de instrumentos musicales se fijaría en él.

No puede lograr llegar de día, para cuando llegué ya oscurecía en el río. Cuando solté el ancla, mi corazón saltaba y yo respiraba agitado.

Encendí las luces del barco apuntando hacia el banco de arena y ahí estaba él, sentí alivio, este viaje desde la orilla habia durado mucho tiempo y yo estaba agotado y ansioso.

Al bajar me di cuenta que lo que yo había visto no era un trozo de madera cualquiera. De alguna manera el río había arrastrado un oboe. No quería tomarlo hasta observar su forma yaciendo sobre la arena, estaba marcado por los signos de haber pasado tiempo sumergido, arrastrado entre ramas y piedras, pero conservaba el brillo de sus llaves. Puse mis rodillas en la arena y me acerqué a sentir el olor de su madera, era dulce.

Tuve temor de tomarlo con mis manos, creí que podría desarmarse al estar reblandecido por el agua. Mi ansiedad era mucha.

Extendí mis manos con cuidado y pasé mis dedos sobre él, sentí alivio nuevamente; entonces me atreví a levantarlo. Fue un instante de trance, sentí la vibración de su madera en mi cuerpo, el paisaje se contrajo sobre nosotros dos y el sonido del agua dejó de ser un metal filudo, los rizos de agua fueron entonces un canto suave de celesta. Tenía en mis manos un tesoro arrastrado por el río, algo que alguna vez fue tocado en una orquesta. Su dueño seguramente no había ciudado bien de él ¿Cuántos tesoros más habría a la deriva en el cauce del río?

La arena en mis rodillas estaba tibia y el oboe me dio la paz que no sentía hace años, desde haber sido un niño en brazos de mi madre. Lo acerqué a mi pecho y limpié los restos vegetales y de arena de sus llaves. No pensaba en volver a la orilla, la noche era clara y sentía el calor de la arena.

Había sido un día extraño y estaba desorientado por este objeto de misterio delirante. Sin pensarlo demasiado, decidí no volver a la orilla sino hasta el otro día. Tomé mi oboe con cuidado pero firmemente, lo abracé y me dejé caer lentamente, y junto a él me quedé mirando el cielo con el canto del agua en mis oídos, hasta dormirme en mi cuna de arena.

sábado, 19 de diciembre de 2009

La Ciudad del Viento. Relato (1ª parte)

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El Misterio. Conspiración de una ciudad.

Hace un año comencé a venir a la Ciudad del Viento. Fue por cursos que comencé a tomar en la universidad local.
Desde hace un mes, cuando conocí los bancos de arena, he comenzado a venir con más frecuencia.
Nunca sentí especial aprecio por este lugar, lo conozco de niño, cuando junto a mis padres venía a visitar a mis tíos.
La Ciudad del Viento es diferente, diferente a todas las ciudades que he conocido. Lo primero que asocio a ella, es el viento constante, que se levanta más fresco y fuerte después de la seis de la tarde. A esa hora, llega hasta el centro el olor del mar, que está muy cerca.
Siempre hay un son en esta ciudad, suena como las ciudades grandes y creo que cada vez suena más, aunque no alcanza a ser ruidosa, eso me gusta.
Cuando necesito del silencio, sólo camino tres cuadras desde mi casa para llegar al Parque de Las Olas. Es verde y silencioso. En el parque se respira el aroma dulce de la madera, me trae los recuerdos de mi infancia más temprana, me recuerda la voz de mi madre cantándome la canción de un pez dorado. Cuando camino por sus senderos, veo como cambian los colores mientra avanzo; a veces -de un momento a otro- las nubes cubren el cielo, y en diez minutos se alejan, dejando trazos índigo sobre la ciudad. Es cuando más me gusta el cielo.
También hay muchos puentes, conectan el centro con la periferia, creo que cuando el viento es fuerte, ellos vibran y hacen un sonido que se enmascara con el son de la ciudad, por eso las personas de aquí no saben que los puentes cantan cuando corre mucho viento. Ellos son las cuerdas de esta orquesta.
El río que atraviesa la ciudad es ancho, tanto que podría haber otra ciudad que flotara en él. Cuando es invierno, el agua viene abundante, me atemoriza su caudal y el reflejo gris del cielo en el agua. Es cuando más me gusta el río.
La melodía del río en invierno es una letanía de troncos de árboles muertos, arrastrados por el torrente ondulado del falso cielo.
En primavera el río trae más agua a veces, pero con el color naranja del sol, se tiñen las crestas de los rizos de agua con un color dorado, y junto al viento, hacen un sonido que acompaña la música de los puentes, las aguas rizadas son la celesta de la orquesta.
Cuando es Noviembre, los bancos de arena emergen entre las aguas rizadas. Si yo naufragara en mi barco -cuando navego por el río- buscaría un lugar seguro en los bancos de arena, allí podría esperar a ser rescatado. Los bancos de arena son un lugar silencioso y tibio. Los bancos de arena son el silencio de la orquesta, ahí descansan los hombres que sueñan todo el día.

Visión (cartas)

Me levanté ansioso de encontrar tus palabras... y tú me regalas estas fotos, justo ahora que estoy escribiendo unas líneas para mi trabajo. Al encontrarme con el túnel, he sentido la alegría que necesitaba para terminar de escribir. Soy feliz de tener los colores de las flores que me diste y las voy a poner en un papel para mirarlas; gracias a ellas y el túnel, he puesto todas estas experiencias últimas en mi mano, y se han tansformado en una idea única, que será el rumbo se mis pasos, hasta conseguir lo que quiero.

Me gusta tu nombre (cartas)

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Haces que lo bueno de mi se libere, me invitas a las sensaciones más plenas con cada palabra que pronuncias y con tus movimientos pausados y femeninos.
Yo he pensado muchas veces en como pierden sentido las cosas cuando mueren después de haber dedicado tiempo a ellas. Ahora, también sé que recobran vida todas ellas, cuando he vuelto a respirar el aire abundante que está en las alturas de tu encanto.
Me gustas tú, tu voz, tus pasos, tus palabras a mi oído... y me gusta tu nombre

Paciencia (cartas)

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Desde ayer esperaba, no he querido decir nada hasta que descanses. No ha sido fácil pasar tiempo aquí, solo, y donde te ví por primera vez. Tú, con tu dulzura, me has dado serenidad, y por momentos me he sentido en un lugar donde nunca he estado. Cuando pienso en esto que hemos estado haciendo...no puedo créer tanta belleza, y a ratos me ausento pensando en como será sentir un beso tuyo. Hay cierta tristeza en esto, yo también he sentido el temor de despertar y no encontrarte más... yo no puedo olvidarte ahora, ya no; cada cosa que pienso, la pienso contigo estando ahí.
No sé que más decir, sólo espero saber que estás feliz, que te veré, y que algún día, cuando esté ya cansado, podré pedirte que acaricies mi frente, hasta volver a ser camino.

jueves, 17 de diciembre de 2009

Claudio con los zapatos rotos (artículo)

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Cierto amigo árabe de mi padre acostumbraba decir: La oportunidad se presenta solo una vez en la vida y el que no la aprovecha perdió para siempre; decía esto refiriéndose a la viveza que hay que tener para hacer buenos negocios, ser oportuno y rápido.
Hoy vivimos uno de esos momentos que marcan el comienzo de un proceso, una oportunidad que se nos presenta: La reconstrucción del carácter histórico de nuestra ciudad o el rescate de lo que aun nos queda para seguir siendo una fuente de talentos y héroes.
La Visión de una Mejor Ciudad es aquello que nos puede orientar hoy, cuando enfrentamos momentos de decisión, cuando definimos nuestras estrategias y fijamos objetivos, es como los sueños para el hombre. Podemos transformar esa Visión en un símbolo, un nombre, una pintura, una canción y ponerlo en un lugar visible para recordar cada día cual es Nuestra Misión, que esté a la vista de todos para guiar nuestros pasos.
Cuando dialogamos acerca de los espacios físicos, en realidad estamos definiendo un paradigma: Que el crecimiento necesita de una espació físico, que es además un punto de referencia para medir cuanto crecemos, aun así esto es más concreto, definimos un lugar con nombre, ubicación y le ponemos un número para costear su ejecución. La pregunta que me surge entonces es: ¿Con qué llenamos este espacio?
Un teatro es simbólico e inspira la creación de muchos, es el lugar donde se encuentran artistas seductores y espectadores que buscan la seducción, es un lugar donde se despliegan pasiones y logros épicos, donde se consagra el trabajo de aquel que un día decidió dedicarse a lo más humano que conozco: Las ideas y la creación constante.
Es lógico que tratemos de “terrenalizar” los propósitos y transformarlos en obras visibles, lo que no es muy comprensible es que no seamos capaces de revisar los paradigmas. ¿Necesitamos realmente gastar seis mil millones de pesos en un teatro? También se dialoga acerca del modelo de gestión en lo administrativo y gestión cultural, yo pregunto ¿La gestión cultural es organizar ciclos o eventos artísticos y culturales? La verdadera gestión, el génesis de la cultura está en el espíritu del ser humano, y un modelo de gestión debiera partir por revisarnos a nosotros, que hoy por hoy somos un panteón de grandes hombres y mujeres, un lugar para adorar el pasado: ¿Y ahora qué? Le vamos a levantar un monumento a lo que no somos, y a las orquestas que vienen de Santiago o de Concepción, a las compañías de teatro de fuera de Chillán y a una niña pianista prodigiosa rusa con comodísimas butacas casi vacías.
Tal vez se pierde el foco cuando se presentan oportunidades tan seductoras como recibir una cantidad de dinero enorme para Chillán y centramos las opiniones en informes que hablan de un edificio, pero ¿Qué le vamos a poner adentro? Observo cierto arribismo y vanidad en la discusión , creo que más que un nuevo edificio para la foto debiéramos mirar hacia el lugar donde habitan los talentos abandonados, los niños que no conocen quien es ese señor de nombre musical y que debió irse a estudiar música fuera de Chile para ser el mejor pianista del siglo veinte .
Cuando estoy en las villas y poblaciones de la clase media de Chillán y veo a las personas transitar por las calles, no las veredas, esperando micro en un barrial, a mujeres con dos o tres niños mal alimentados de la mano, me pregunto: ¿Para que? Para pretender y fantasear que aquí se produce cultura como embutidos. Cierto complejo nos lleva a pensar en un lugar opulento y reservado para una elite artística (digo esto en forma respetuosa y no peyorativa) que a fuerza de perseverancia y becas logra vivir gracias al arte y que el estado o nosotros cumplamos con el deber de pagar por sus buenas ideas; pero eso no alcanza, la cultura no se ve hoy en las calles, no está en las villas, no está tampoco en los colegios ni en las casas de los chillanenses, quien la secuestró, no se. La cosa es que ya no está y veo con tristeza a una mujer caminando por una calle que lleva de la mano a un niño de nombre Claudio con sus zapatos rotos.
Somos las personas lo único presente a través de toda la cadena de cualquier proceso, somos el capital más valioso y costoso y la cultura nace desde nuestro interior y de las relaciones que se establecen entre nosotros. Creo que si existe la oportunidad de tener un fondo tan grande de recursos debiéramos pensar todo de nuevo, partiendo por saber de qué metal y de que tamaño es nuestra espada antes de comprar una vaina tan cara.
Esta es nuestra oportunidad de hacerlo todo de nuevo, pero bien desde el principio; de rescatar y reconstruir la identidad de nuestra ciudad histórica, fortalecer el vínculo entre las organizaciones publicas y privadas y los hombres y mujeres comunes y corrientes, de establecer un nuevo trato, de sincerarnos y aceptar que no hemos crecido en productividad cultural, hemos retrocedido y un teatro de seis mil millones no nos devolverá el carácter.
Tal vez nuestro alcalde recoja estás palabras y lo piense, que visualice el futuro. Puede ser que muchos se sientan frustrados y otros enfurecidos, es cierto que necesitamos un espacio, pero antes hay que invertir en el capital humano que da origen a los grandes hombres y mujeres: Los niños, después hablemos de templos, ¿De qué me sirve un templo si no escucho la palabra y no he aprendido la oración?
Podría acaso ser más productivo invertir en una gran academia de las artes con un gran director como Gonzalo Rojas que aun nos acompaña y vive a cuadras del centro, con muchos buenos profesores, buenos sueldos muchos cupos para talentos de Chillán y sus alrededores, suficientes salas para diversas disciplinas y horario de Domingo a Domingo, con un equipo de profesionales en gestión cultural y docencia que también trabaje en terreno interviniendo en las familias de los talentos y además de todo, con un gran auditorio que ofrezca el mismo espacio y dignidad de un teatro.
Invirtamos en tener nuevas y mejores personas y estoy seguro que con la participación de personas con buenas ideas y bien lideradas, podemos crear un modelo de gestión cultural que sea el antecedente para no repetir este episodio oscuro. Tendremos una nueva generación capaz de desarrollar y mantener una ciudad en base a su capital más valioso, que somos nosotros mismos.

Udo H. Schweitzer M.