sábado, 19 de diciembre de 2009

La Ciudad del Viento. Relato (1ª parte)

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El Misterio. Conspiración de una ciudad.

Hace un año comencé a venir a la Ciudad del Viento. Fue por cursos que comencé a tomar en la universidad local.
Desde hace un mes, cuando conocí los bancos de arena, he comenzado a venir con más frecuencia.
Nunca sentí especial aprecio por este lugar, lo conozco de niño, cuando junto a mis padres venía a visitar a mis tíos.
La Ciudad del Viento es diferente, diferente a todas las ciudades que he conocido. Lo primero que asocio a ella, es el viento constante, que se levanta más fresco y fuerte después de la seis de la tarde. A esa hora, llega hasta el centro el olor del mar, que está muy cerca.
Siempre hay un son en esta ciudad, suena como las ciudades grandes y creo que cada vez suena más, aunque no alcanza a ser ruidosa, eso me gusta.
Cuando necesito del silencio, sólo camino tres cuadras desde mi casa para llegar al Parque de Las Olas. Es verde y silencioso. En el parque se respira el aroma dulce de la madera, me trae los recuerdos de mi infancia más temprana, me recuerda la voz de mi madre cantándome la canción de un pez dorado. Cuando camino por sus senderos, veo como cambian los colores mientra avanzo; a veces -de un momento a otro- las nubes cubren el cielo, y en diez minutos se alejan, dejando trazos índigo sobre la ciudad. Es cuando más me gusta el cielo.
También hay muchos puentes, conectan el centro con la periferia, creo que cuando el viento es fuerte, ellos vibran y hacen un sonido que se enmascara con el son de la ciudad, por eso las personas de aquí no saben que los puentes cantan cuando corre mucho viento. Ellos son las cuerdas de esta orquesta.
El río que atraviesa la ciudad es ancho, tanto que podría haber otra ciudad que flotara en él. Cuando es invierno, el agua viene abundante, me atemoriza su caudal y el reflejo gris del cielo en el agua. Es cuando más me gusta el río.
La melodía del río en invierno es una letanía de troncos de árboles muertos, arrastrados por el torrente ondulado del falso cielo.
En primavera el río trae más agua a veces, pero con el color naranja del sol, se tiñen las crestas de los rizos de agua con un color dorado, y junto al viento, hacen un sonido que acompaña la música de los puentes, las aguas rizadas son la celesta de la orquesta.
Cuando es Noviembre, los bancos de arena emergen entre las aguas rizadas. Si yo naufragara en mi barco -cuando navego por el río- buscaría un lugar seguro en los bancos de arena, allí podría esperar a ser rescatado. Los bancos de arena son un lugar silencioso y tibio. Los bancos de arena son el silencio de la orquesta, ahí descansan los hombres que sueñan todo el día.

2 comentarios:

  1. guaa!...
    Compadre,pero que "atlantico" el cuento...me gustaria estar en una ciudad asi como la describes. Siento que x aqui estas fluyendo, que hay una sorpresa a medida que avanzas, poético, inspirador.
    Gx
    pd.los medios temas.

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  2. Muy bueno UDO, sería bueno que subieras el Manquimavida y visualizaras las ciudades de San Pedro, Talcahuano y Concepción simultaneamente.

    Sólo desde las alturas puedes comprender el por qué de los vientos, los sonidos y los olores.

    El Butalebu y su historia se mesclan a esos olores tan penquistas.

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