sábado, 25 de enero de 2014

Estrofa de brotes muertos



Ya sabes que me pasa, amiga, te lo he dicho todo, nunca he tenido un secreto contigo, pero ni siquiera tengo un gato, ni un deber que me obligue a convencerme que esto no será un esfuerzo inútil.
Las cosas perdidas no volverán, allí atrás quedó secándose el brote que jamás florecerá,
esa certeza brutal me espanta y sé que tarde o temprano me matará... 
Que siquiera sea antes del alba, por casualidad , así no tendré otra vez la cruel ilusión de vivir un día más.

domingo, 7 de julio de 2013

A Enrique Lihn

De mis fosas y mis poros fluye aire irritante 
impotencia le llaman, no es justo sentir tus braquias quemadas
pero es la verdad lo que busco, la justicia es un arquetipo imaginario.

El cuerpo no será salvado, tal vez sí el alma y sus vapores.

No habrá rastro ni huellas, mas mi aliento será parte de vuestros respiros

domingo, 31 de marzo de 2013

Suficiente (Marzo 2013)




Hoy, justo ahora, he dejado el miedo.
Libre: libre él, libre yo.
Hoy; ahora, yo vuelvo a ser yo.  Flecha  débil,  odio, pena;  trapos sucios. Yo soy yo.

Ahora; justo ahora, años después   de las primeras líneas de esta  montonera  de garabatos;
Ahora  mismo, declaro mi destino. Yo declaro:  

Nada es cierto. Nada, ese es mi lugar; y vale mi sangre defender mi  lugar húmedo de sangre.
Por eso hoy tengo menos miedo, estoy tan desnudo que hasta me siento en mi arrullo.
Estoy sudando, me estoy haciendo escarcha.

Hoy mi boca traga vientos verdes; hoy todo cabe en mí.
Hoy no tengo miedo, ayer no lo tuve; pero hoy, justo ahora, tengo menos miedo que ayer.
Hoy me deslumbra sólo el brillo de mi sable; sólo su brillo desprovisto de sangre.

Gotas,  agua espesa. 

sábado, 9 de julio de 2011

YO


Yo vi la silueta de tu fantasma frente a mí, la vi entrar en mi casa.
Sobrio; vi frente a mí las dos islas que formaron el estrecho por donde atravesó mi barco hasta el dominio de tus lunas.

Sí, yo estuve en el muelle cuando volvió la calma al estrecho.
Yo, yo fui quien soltó su barco cuando la tromba recaló en la playa.

Valiente, como un zorro hambriento; valiente, como mendigo recién parido; parido mendigo.
Yo fui quien derramó el oceano en un papel; yo fui el insolente que lo desafió.

Ebrio; borré las estrellas de tu aura; yo hice estrecho tu frente.
Yo, yo te puse en mi jaula de vidrio; Yo, yo fui quien te esposó frente al espejo.

Ahora que nadie me advierta; Ahora que nadie levante la voz.
Yo no escucho, yo no creo. Yo soy yo.

Yo vi las mareas dibujadas en tu frente.
Sobrio; yo vi las mareas dibujadas en tu frente.

sábado, 18 de junio de 2011

Tengo en mi Mano una Tromba de Vientos



Tengo en mi mano una granada, mi mano tiembla por lanzarla.
Frente a mí, el blanco: una colina de tulipanes y narcisos con más colores que individuos.
¿Por qué quiero lanzarla? ¿acaso para fulminar su belleza? ¿acaso para desperdigarlos en la ladera?

Tengo mi mano una tromba de vientos, tengo en mi mano una jaula donde cabe mi cuerpo y tengo en mi mano restos de manos zurcadas que ya acaricié, pero que aún están en mi mano; y debo elegir, entre una colina de tulipanes y narcisos, una tromba de vientos y una jaula; o esperar por las manos pequeñas que ya conozco y acaricié, que sean ellas las que quiten esta granada de mis manos y la ahoguen en el río, para nunca más salir de ahí.
Tengo en mi mano la daga que me hace temblar, tengo en mi mano una tromba de vientos.

sábado, 19 de junio de 2010

La Ciudad del Viento. Cuarta Parte. La Isla de los Cantos Celestes (extracto)


                        La Isla de los Cantos Celestes

                                                                                                          20 de Marzo de 1985

Anoche hubo una fuerte tormenta, la lluvia traía olor de azufre. Cientos de  serpientes gigantes se elevaban desde  la superficie dejándose caer sobre mí como espadas; rasgaban mis brazos y perforaban la cubierta de mi barco.

Era mi primera batalla en el Gran Lago, nunca sentí miedo antes de aquella noche; desposeído de armas y con uno de mis remos hecho lanza, luché contra sus lenguas venciendo a la muerte acechándome desde todos los flancos.

En un momento de descuido fui  asestado en la espalda por una lengua que atravesó mi cuerpo cuyo veneno comenzó a producirme alucinaciones; desde entonces perdí la noción del tiempo y sólo fui guiado por el  toro alado que esculpí en la cabina del barco para salvarme de los certeros ataques de las cristales.


En la batalla perdí uno de mis remos y debí refugiarme en la cabina confiando en el toro alado que me protegía de los espíritus malignos. Después de esperar toda la noche, finalmente comenzó a tornarse el cielo azul otra vez. El nuevo paisaje era parecido a una marina pintada que había en la sala de mi casa y se presentaba estático frente a mí.

Al asomarme a cubierta me vi rodeando una isla, a la gira en torno a un pedazo de tierra desde donde venían cantos y  sonidos de letanía acompañados de lamentos tenebrosos de tritonos.

Remando sólo en un sentido comencé a acercarme a la isla desde donde cada vez más se sentían los cantos penitentes.

Nunca vi un paisaje tan pavoroso. Había cuerpos delgados, cadavéricos, sosteniendo flautines de madera; amarrados todos en fila,  tocando tritonos escalofriantes. Otros, gemían el temible canto de la muerte arrastrando grandes rocas hasta la cima de una pirámide que se elevaba más allá de mi vista. Todos ellos emergían desde una cantera ocre que expelía vapores blanquecinos en donde las rocas eran esculpidas hasta tomar forma de gigantescos cubos.

Al comienzo de las escaleras que conducían a lo alto podía ver guillotinas,  que seguramente eran usadas para decapitar a aquellos que no podían seguir avanzando. Todos los cuerpos eran fustigados con látigos de piel y acero por hombres con cabezas de pájaro hasta llegar con las rocas  a la cima.

Uno de los capataces -más alto que los demás-  permanecía en una atalaya de  almenas de oro, golpeando incesantemente un tambor que marcaba los compaces del tormento. La tortura era continua en la planicie gris desde donde emergían fumarolas de azufre quemando los cuerpos moribundos.

La imagen obscena me hizo vomitar lo  que quedaba en mi estómago del día anterior. Mis piernas comenzaron a temblar hasta no poder sostenerme en pie cuando vi que todos los esclavos del ghetto tenían mi rostro.

Con mi aliento corto y arrítmico comencé a rezar suplicando por mi salvación. Me arrastré hasta la cabina otra vez sin poder mover mis piernas y comencé a llamar al niño que me acompañaba silenciosamente en mi imaginación.

Toda materia pareció licuarse con mi peso, volvieron las alucinaciones del veneno; mis codos se hundían y caí en un abismo de agua que parecía no terminar jamás. Grité, pero no escuchaba mi voz. Cuando pensé que ya había llegado al fondo, las corrientes comenzaron  castigarme con furia. Abracé mis piernas y me dejé arrastrar por ellas hasta ser golpeado contra las rocas de la isla.  No recuerdo más hasta haber despertado yaciendo en la orilla de una isla ya desierta donde aún había cenizas candentes y una pirámide abandonada. Por mi nariz salían gusanos transparentes que me impedían respirar, eran miles de pequeñas serpientes que volvían a clavarse en mi piel. Como pude, me arrojé sobre las cenizas para quemarlas, sufriendo yo también el terrible dolor de las arenas incandescentes calcinando mi piel. El dolor era tanto que ya no podía reaccionar y quedé tendido hasta poder reincorporarme y volver al agua a aliviar mis heridas.

Después de sumergirme durante horas comencé a tocar todo mi cuerpo buscando los signos del  maltrato. Al deslizar mi mano por mi barbilla pude notar pequeñas hendiduras a los costados de mi cuello; al tacto tenían la similitud a las branquias de un pez.

Me detuve a pensar en mis plegarias y la horrible noche anterior hasta mi hundimiento en el abismo acuático. Recordé  la Ciudad del Viento asolada por serpientes y en mi banco de arena abandonado bajo la barbarie de las cristales. Caminé hasta la orilla de la playa y me senté a llorar por la pequeña de cabellos rizados que había descubierto una flor creciendo en lo arenales; como antes, escuché su voz quebradiza que cada día parecía esconderse tras un bosque desde donde me hablaba con temor y, al verme aún vivo, sentí la gracia de Dios  después de haberme sumergido en alucinaciones y perdido la consciencia. Tenía la gracia
de los peces, de vivir bajo el agua; ahora debía  comenzar a buscar mi barco y el camino que me conduciría a desovar nuevamente la vida, sin saber que aún me esperaba una nueva batalla, tal vez en la isla, o tal vez en el cielo.

Miré mi reloj que aún andaba; me extraño ver que la fecha que marcaba era el 20 de Marzo de 2010, justo 25 años después del día en que conocí la muerte de frente amenazando con llevarse mi alma.

Permanecí todo un día en la orilla descansando  y entibiando mis huesos fríos al sol. Caída la noche me fui en busca de las canteras en donde encontraría refugio. Al otro día debía buscar mi barco para poder salir de este panteón donde no había  más que restos muertos y mazmorras lúgubres decoradas con inscripciones crípticas de eras pasadas.

El efecto del veneno aún permanecía en mi cuerpo y cada paso era corto y lento, mi espalada estaba encorvada y mi cabello quemado. Más que nunca pensaba en el paraíso de flores en medio del río y el canto suave de la celesta en mis oídos. Ya no había puentes para volver, sólo mi barco me sacaría de la Isla de los cantos Celestes.

Entre las ruinas encontré una roca con forma de cuerpo, bajo el nivel del piso. Parecía un foso cavado para un capataz de la clase regente, pues los esclavos eran incinerados o echados al lago después de morir.

Recordé la roca en languidecía en mi playa de niño mientras contemplaba la playa. Fue el lugar que escogí para pasar la noche.

Antes de dormir tome una piedra filuda y escribí esta inscripción en la pared de mi guarida recordando mi ciudad

                                                    
                                                                                     Espejo

He estado pensando en cuál es mi lugar,
desde donde te observo.

Necesito conocerme más,
saber quién soy en lo más profundo. Tú me estás mostrando esto; necesito crecer y cambiar.

Quiero que tu nobleza pueda resonar en mí,
quiero que mis colores se puedan parecer a los tuyos,
y que mi amor sea obra en tus manos.


A las 7 de la mañana desperté sin recordar nada de lo soñado la noche anterior y me sentía aún cansado. Apenas recordé una imagen vaga de mi barco varado en la playa, ocupado por cietnos de pájaros para anidar. 

No  había comido en tres días ni bebido agua, volvieron las  alucinaciones otra vez, el veneno y la falta de alimento estuvieron a punto de matarme. Pensé en mi compañero, el pequeño niño que estuvo junto a mí los últimos días  navegando en el Gran Lago y  su imagen me dio el último aliento para salir de ese lugar.

Descendí a la playa entre la niebla, buscando la imagen de mi barco revelada en mis sueños; al pensar en cuanto tiempo había pasado, creí imposible hallarlo.

A  medida que avanzaba, el paisaje de iba abriendo y se disipaba la niebla frente a mí, entonces, escuché un suave sonido de agua, miré hacia mi lado y  ví como  esta bajaba por un surco; mi desesperación casi me llevó a beberla, sin pensar en que  estaba seguramente infectada por los cuerpos descompuestos de hombres que vieron su última luz bebiendo un sorbo de su caudal.

Me acerqué a una ladera de rocas que bordeaban el camino y tomé un puñado de helechos creciendo en una cueva, los apreté con fuerza sobre mi boca y tuve para mí el agua de niebla que atrapaban en la noche, tomé tanta como pude hasta saciarme; después, me senté a tomar aliento para continuar bajando hacia la playa.

Caminé un par de horas hasta que pude divisar una mancha verde en la playa y lo que parecía ser mi barco en medio de ella, tal cual se me había revelado en mi sueño. Apuré mis pasos hasta él y encontré nuevamente mi lugar, mi barco compañero en la batalla.

Subí a cubierta y en ella estaba el  pequeño niño durmiendo; pensé que esto era una alucinación del veneno y me acerqué a tocarlo; estaba tibio y despertó cuando acaricié su cabello. Me dijo:

-Llevo tiempo esperándote aquí, pensé que no vendrías nunca.

-No sabía que me esperabas, yo estuve perdido después de hundirme en el lago y fui arrastrado hasta la isla.

-Han pasado veinticinco años desde aquel día en que me abrazaste ¿Por qué ahora me puedes ver y antes no? Yo siempre estuve aquí.

-No lo se, debes preguntar menos cosas y estar tranquilo pues no dejaré de verte más y seremos compañeros en la travesía.

¿Podremos encontrar a mi padre?

-Si Dios lo quiere así, lo encontraremos.

-Pero Dios es quien me dejo a merced de los hombres con cabeza de pájaro.

-Sí, y es él quien te ha devuelto la esperanza de volver junto a tu padre y a mí la gracia de acompañarte.

-¿Qué buscas tú en el Gran Lago?

-Un tesoro, un oboe que el río se llevó de mis bancos de arena.

-Por qué has arriesgado tu vida por un oboe, no sería más seguro conseguir otro.

-Tal vez, pero mi oboe y yo éramos uno y si no lo encuentro, ya nunca volveré a querer uno.

-Eres obstinado, mejor piensa en el ahora y regresa a tus bancos, llevándome a mi contigo.

-No, no regresaré sino hasta saber de él, la vida te enseñará que ciertas cosas son irremplazables.

El niño guardo silencio y quedó cavilando con esta última frase y me dijo:

-Yo seré tu compañero, vigilaré desde la proa por si tu tesoro se asoma entre las aguas y si quieres me lanzare a ellas para rescatarlo.

-Gracias, prefiero ser yo quien se arriesgue y que continúes tu camino en busca de tu padre, yo sabré volver a cubierta para regresar a la Ciudad del Viento.



Para volver a zarpar debimos limpiar el barco de los restos de aves y esperar que subieran las aguas y así poder empujar nuestra nave de vuelta al lago. Nos ayudamos con cuatro troncos secos que encontramos entre las cenizas y empujamos el barco durante horas hasta devolverlo a flote.

Una vez internado en el lago comencé a reconocer en este pequeño cosas que veía en mi, era obstinado, valiente y paciente. Por algún motivo me había esperado en cubierta sin saber cuando yo volvería, aunque el parecía saber todo lo ocurrido en mis veinticinco años de ausencia; no me preguntó nada, sólo en ocasiones observaba mis heridas y las branquias que habían salido a los costados de mi cuello, pero nunca hizo una sola pregunta.

Pude hacer una caña para pescar con los restos del remo que había salvado de la batalla, gracias a ella podríamos alimentarnos.

Al medio día pude conseguir unos peces que comimos crudos y sabían bastante buenos, al niño no parecía importarle, él sólo me observaba y de cuando en cuando esbozaba una sonrisa.

-Me agrada estar contigo –me dijo-

-Eres valiente y solitario, yo también soy valiente y solitario, imagínate que hace veinticinco años que estoy solo, no he crecido y nunca nadie me ha dicho nada bueno de mí, además debo jugar solo y no tengo a quien decir lo que pienso de las cosas y -como tú eres parecido a mí- no tiene sentido hablar, sería como estar siempre esperando una afirmación y eso es aburrido; por eso prefiero observarte y aprender de ti, de lo que haces y decides, de cómo enfrentas el lago, del porqué estas buscando con tanta ansiedad tu oboe, debe ser que lo amas o que has perdido el rumbo al no estar con él.

-No se por qué haces esas preguntas, tal vez deberías preguntarte si podrías haber aprendido algo más en tus veinticinco años de soledad y abandono, si tal vez hay cosas que quisieras haber hecho distintas o haberte acercado a los hombres.

-Nunca me sentí parte de su especie, cuando me raptaron, robaron mi alma y entonces ya los demás no me veían y cada cosa que quise hacer resultaba un fracaso, mientras yo permanecí en silencio y observando sin crecer.
Después de dicho esto el niño tomo mi cuchillo y junto a mi toro alado escribió una plegaria.


Aplaca Señor mi miseria, levántame del fango y empuja mi barco hasta el lago de tus misterios. Acompaña mi soledad de aparecido y fúndeme con la niebla que avanza lento hacia tus valles de agua mansa.
Dame la gracia de los peces y las aves; dame la gracia de volver al vientre que me anidó y dónde volveré a desovar la vida.

Mis lágrimas brotaron al leer sus palabras llenas de una vida de  largo dolor, no me explicaba cómo él, tan pequeño, vivía esa tristeza. Volví a abrazarlo como la primera vez y él sonrió tímidamente apoyándose en  mi pecho, sintiendo ambos una  unión sublime en una sola alma. Desde entonces fue mi alma la que comenzó a vivir en el cuerpo de este niño.

Esa tarde, nos sentamos en la proa a observar como avanzábamos hacia lo que parecía ser otra isla, que a diferencia de la anterior tenia colores verdes selváticos y gigantescos riscos donde crecía vegetación. Él me dijo:

Hacia allá debemos ir, ahí encontraremos el misterio que nos ha traído hasta aquí. Confía en mí, también tú encontrarás tu tesoro y podremos finalmente regresar a casa.

Sus palabras parecían venir de la boca de un sabio, y decidí dejarme guiar por él hacia la isla verde que se acercaba.

lunes, 7 de junio de 2010

Plegaria (extracto)






 Es mi último atardecer en los silencios de mis arenales que ahora quedan atrás; he vencido la pesadumbre de los pantanos en medio de la furia del viento. Mi piel está gruesa y áspera y me encomiendo a Dios y su misericordia. 

 El aire se enfría cada vez que mis remos penetran en el agua y el cauce queda atrás abriendo paso al lago profundo. Cada vez es más difícil remar y ya no existe tras de mí el faro; ahora me alejo de él y es el horizonte y el sonido de las olas que me dicen que existo en esta inmensidad.

Escribo esta plegaria en la cabina de mi barco.

 

Aplaca Señor mis miserias, levántame del fango y empuja mi barco hasta el lago de tus misterios. Acompaña mi soledad de aparecido y fúndeme con la niebla que avanza lento hacia tus valles de agua mansa.

Dame la gracia de los peces y las aves; dame la gracia de volver al vientre que me anidó y dónde volveré a desovar la vida. Amén


domingo, 23 de mayo de 2010

Victoria (extracto)




"...A las once de la mañana llegaban los pescadores con los botes llenos, yo esperaba que vendieran todo, entonces -como me conocían- al quedar poco pescado preferían irse y me los regalaban atados con un junco; a veces me daban diez por cincuenta pesos, sólo por cobrarme algo. Al llegar con este “trofeo a la simpatía” a casa antes de las doce del día, yo me transformaba en un héroe,  mi abuela me adoraba y  contaba esta hazaña a todos. Yo era su gran nieto con personalidad.
Otros días me gustaba ir  a meterme entre las rocas durante la marea baja y explorar lo que el agua había dejado cautivo entre los recovecos de piedra. Nunca dejaba de quedarme mirando por mucho tiempo  la forma hilada de troncos petrificados que tenían algunas rocas y pensaba que eso ya estaba ahí hace miles de años, eso era una revelación en mi mente infantil.
Después de una hora de rastrojear, me sentaba en una roca  -la misma siempre-  y contemplaba la bahía y los pájaros en picada hasta la superficie, los trocitos de algas verdes que flotaban y el agua calmada. Este era el momento de soñar…
Lo que más viene a mi mente es tener once años y ver mi rostro de niño reflejado en los espejos de agua formados por las rocas, mirando los cerros que rodeaban la bahía recordando a mi compañera del colegio que me gustaba, la misma por años… sacando la cuenta de cuánto faltaba para volver a verla cuando regresáramos al colegio. Los colores de estos recuerdos son siempre anaranjados y mi pelo está un poco más largo y claro que en invierno; y mi piel más oscura.
Junto a mí  está mi playa elevada de arena clara y los bosques verdes detrás, para cuando estuviera  nublado me metiera en sus misteriosas huellas a recorrerlo por el día entero. En esos senderos a veces encontraba respuestas a preguntas que nunca me había planteado, desconocidas para mí, descubriendo formas  entre las ramas y el cielo que sugerían presencias creadas por mí  y que acompañaban mi caminata.
Venían entonces las olas de recuerdos e imaginación. Cantaba canciones que inventaba  en el momento con las cosas que estaban a mi vista, mezclando esas imágenes del paraíso con mis sensaciones pasajeras, casi siempre marcadas por la soledad. Cantaba canciones de hombres y mujeres caminando hacia el horizonte y de un grupo de hombrecitos que a veces venían a buscarme en la noche para salir a recorrer lugares desconocidos para mí. Cantaba canciones que preguntaban del por qué  de las cosas que no  tenía y cómo hacían los demás para verse satisfechos y felices.  Eran melodías monotonales que fraseaban con cadencia de danza. Veía mi cuerpo languideciendo hacia el lado izquierdo y mis brazos cubriendo el lado derecho de mi rostro..."


"...Debo contar estos detalles que me han hecho ver lo pequeño que soy ante otros seres, en particular  ante aquella niña, mi compañera de curso de hombros angostos, a quien conocí a los 8 años, cuando la vi por primera vez llegar a clases, con su bolsita para flauta bajo el brazo y a quien nunca he olvidado..."


"...Hace un par de meses, caminando por el Parque de las Olas, alguien me habló; como no soy oriundo de esta ciudad, me extrañó escuchar mi nombre a viva voz. Al darme vuelta, miré y traté de distinguir un rostro conocido. Una mujer me dijo:
-Soy yo, Victoria
Dudé un momento sin poder creer que era La Victoria que yo pensaba. Era ella, mi compañera con la que soñaba en los veranos, mi amor de niño-adolescente, estaba frente a mí y yo sólo pude esbozar una sonrisa incrédula.
Fue como una aparición, estaba igual de bonita que cuando niños. Su cabello era más hermoso y también su forma de moverse era la misma. Ella tenía los ojos bellos que me miraban desde el banco de más atrás mientras yo intentaba darme vuelta sin llamar la atención de nadie  y poder verla sin ser molestado. Era tan sencilla y suave; y hoy, frente a mí, se veía igual. Traía puesto  un delicado pañuelo que adornaba la S de su cuello y su rostro luminoso de niña….todo venía con ella. Tuve que contenerme y evitar soltar una lágrima de emoción mirando justo arriba de sus ojos, en el medio de su frente, donde su aura era amarilla y celestial.
Nos saludamos con un abrazo fuerte cuidando de hacer sentir al otro el cariño que ambos habíamos sentido mutuamente en el colegio y que tal vez, a ella como a mí, nos había hecho falta desde hacía muchos años..."


"... Le envié un mensaje sin saber si ella lo recibiría, hasta que un buen día recibí de vuelta un mensaje escrito por ella, en el que me decía que me avisaría su próxima visita a la ciudad  para pasar un día juntos..."


"...Corté y no podía creerlo, en cinco o seis horas más estaría con Victoria.

Traté de dormir, ella  llamó cuando venía a mitad de camino y ya amanecía, no pude dormir más. Me quedé mirando el techo y entré en la ducha durante una hora para  estar  bien despierto.

En esas horas de espera sentía el amor de ella, la imaginaba viajando, conduciendo toda la noche para estar conmigo. La recordaba de niños, siempre casi imperceptible entre los demás, lejana al ruido y amable con todos, y de cuando me contaba que estando a veces triste, se subía  a su níspero a esperar que se le pasara la pena.

Estas eran las horas en que trataba de resignarme a todas las penas, las derrotas y momentos de duda y cambiarlos por la gracia de sentir cómo, finalmente, tenía el regalo de Victoria en mi vida.
No sabía por qué había tenido que esperar tanto, ni por qué -siendo ella una mujer hermosa y buena- revelaba tanto sufrimiento y soledad. Mi misión en la vida parecía aproximarse, que era ser y hacer feliz a Victoria, con quien me cruzaba por segunda vez en la vida, a los treinta y tres años.
No había tenido tiempo de verla bien en la ocasión que estuvimos juntos, pero recuerdo claramente su expresión vivaz y graciosa. Trataba de imaginar cómo se vería su cabello exuberante y suelto ahora siendo adultos, viéndola hoy…como casi por primera vez en mi vida.
En la última hora de espera me recosté sobre el sofá y puse mi disco de cabecera de los Beatles y escuché una y otra vez “The Long and Winding Road”, entendiendo después de oírla varias veces, que sería  ella quien realmente me llevaría  hasta su puerta, tomando mi mano con la suya pequeña, mostrándome cómo debía vivir después de haber errado tantas veces.
Esta etapa sería el puente en cuyo extremo lejano  yo  me vería también traicionando su nobleza al no poder evitar evidenciar los  fantasmas que me asolaban desde mi niñez, y que en mi pequeñez orgullosa no había sido capaz de enfrentar sabiamente, para así no dañar a quienes me amaban..."

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miércoles, 12 de mayo de 2010

La Ciudad del Viento, (Relatos, extracto tercera parte)



 
Versos del Sueño de Abril (extracto)
  II
Mis pies son torpes y he perdido el suelo que guía mi andar. Mis pasos largos van a posarse en un lodazal lejano.
No he bebido agua en todo el día y extiendo mis manos hacia el río hasta alcanzar la orilla y probar un sorbo.
Una brisa de traición me empuja y pierdo el equilibrio, cayendo en el fango pesado y fétido.
Mi boca pegada al lecho deja entrar por mis labios  la humedad del pantano saciando el temor a morir de sed.
Por mi nariz se cuelan cristales diminutos, rayendo mis pulmones rompiendo hasta la sangre mi garganta.
Por fin viene el viento y me levanta, hasta salir del negro tormento. Limpio mi rostro y seco mi pecho, miro hacia atrás y veo que nada está ya.
Ahora debo elevarme y encontrar mi tesoro con la ira, sin amor que calme mi desvelo.
                                       III         
Son las cinco de la mañana. Todo está listo y he dejado un cerro de desperdicios que me esperan a mi regreso. Tal vez no los encuentre; tal vez  la corriente se los lleve o, lo más probable, un saqueador  los tome, sin saber qué maleficio arrastra con él.
El viento favorece mi avance y el faro me guía hacia donde el río desemboca al Gran Lago. Mi rostro está limpio y pasa por mi mente el recuerdo de un bote de tablas que alguna vez construimos junto a mi hermano cuando yo tenía ocho años, el cual naufragó antes de siquiera despegarse de la arena.
El sol a mi espalda dibuja  una sombra sinuosa, que en el agua calma,  traspasa la sábana blanca que cubre el cauce. Me siento el capitán de una cruzada, solitario ante el ejército desconocido que me aguarda en el Gran Lago y recuerdo que
alguna vez escuché la historia de un joven que, hace más de veinte años, se aventuró al Gran Lago en su bote,  buscando a  su hijo   que había sido llevado por las aguas. Otros hablan de seis hombres pequeños con cabeza de pájaro que raptaron al niño subiéndolo a una balsa de velas negras que se elevó hasta desaparecer en el cielo. Dicen también que nunca se le  vio volver. Si en mi rumbo lo encuentro, será él mi compañero.

viernes, 7 de mayo de 2010

Espejo (poema)


He estado pensanden cuál es mi lugar,
desde donde te observo.

 Necesito conocerme más,
saber quién soy en lo más profundo. Tú me estás mostrando esto; necesito crecer y cambiar.

Quiero que tu nobleza pueda resonar en mí,
quiero que mis colores se puedan parecer a los tuyos,
y que mi amor sea obra en tus manos.

Mirror (poem)


I´ve thinking about what is my place
Since the place I´m watching you.

I think I need to know myself more. To know who I´m in the deeper.
You´re showing me this, I need to grow up and change...

I want your goodness can echo on me and my colours could be like yours.
That my love be a deed in your hands

martes, 4 de mayo de 2010

La Ciudad del Viento (poema)


iré a dormir en el silencio de tus bancos de arena