martes, 4 de mayo de 2010

El Gran Lago y los Maleficios. Serpiente (maleficios)


Sé que vas y vienes como las corrientes del gran lago.
Yo entre las arenas y remansos busco el lugar donde me espera mi  oboe, vigilado por tu paciencia  de serpiente artera y ladina mientras ablandas su madera y, con el tiempo, más lo deseas.
Cuando ya sea un navegante  sagaz, descamaré tu languidez en el gran lago y, con los trozos de tu cuerpo alimentaré a tu séquito de cristales contorneantes y al hombre olvidado que partió  en busca de su hijo;  tomaré mi tesoro y lo abrazaré otra vez;  limpiaré sus llaves hasta escuchar como  suavemente vuelve a soplar amor a mis oídos, entonces volveré a dormir en mi cuna de arena.

domingo, 25 de abril de 2010

Semiología del poema y los relatos de la Ciudad del Viento

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Los puentes de la ciudad son las cuerdas de una orquesta que unen el alma con el cuerpo. Las cuerdas son la continuidad y el carácter, lo que integra y comunica. La celesta son las crestas doradas de aguas  rizadas por los vientos que viajan por el  río. Los vientos de las maderas son la palabra, el mensaje que expresa lo habitual. Las flautas son la naturaleza y los pájaros, están en el cielo. Los bronces (metales) marcan los hitos, los motivos relevantes, son el impacto de las ideas. Los timbales son el caos ordenado del constante cambio y la intensidad de estos. Los platillos son olas que rompen en la costa, castigando el silencio de la arena una y otra vez. La sabiduría está en las maderas graves, la voz profunda del fagot que habla con sosiego e introduce los motivos, junto a la voz joven del clarinete y la voz y clara del oboe.
La Diosa Enki, benevolente con los hombres, creó la tierra que es la melodía y la sonoridad, o tal vez donde resuena la orquesta, lucha contra Enlil, que la socava con tempestades, él es dueño de los timbales y los platillos. Cuando está sereno, canta con la celesta y las crestas doradas de las aguas, que con la fuerza del viento se transforman en tempestad

sábado, 17 de abril de 2010

- La Niña de los Ojos de Luna Llena. De cómo nació la Ciudad del Viento

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Una niña de cabellos rizados descubrió esta flor silvestre creciendo en los arenales del río, justo junto a mi banco de arena donde vivíamos mi oboe y yo; me habló con voz suave y quebradiza diciendo: "mira, aquí crecerá una ciudad, La Ciudad del Viento". Mientras yo la contemplaba y veía como la flor pequeña se multiplicaba por miles.
Hoy eso es una ciudad de flores, viento, música y agua que lava mi rostro. En el banco de arena que ella descubrió la primera flor he dejado anclado mi barco. Poco a poco fuí bajando a los arenales mis pertenencias de años y ocupando el espacio llano con cosas inútiles, y así  -sin darme cuenta- fuí quitando espacio a mi oboe hasta casi dejarlo en el extremo más lejano del arenal. Las flores se confundían con mis desperdicios y cada vez dedicaba menos tiempo a escuchar la voz de la niña de cabellos rizados, que me hablaba de que cada día nacían miles de flores más. Confundido y desorientado por mi tormenta y esos miles de flores, olvidé que era mi oboe quien cada mañana cantaba a esta ciudad de flores que nacían. Entonces  fuí en su búsqueda hasta el extremo del arenal.
Me desplomé al ver que al subir las aguas y el viento de la tormenta  lo habían arrastrado nuevamente y, en mi pena de abandono a mi tesoro, me sumergí en las aguas del río y nadé buscándolo.
Llevo años viviendo en los bancos de arena, los he conocido todos pero no he vuelto a ver mi oboe.
Viviré en este río hasta encontrarlo nuevamente, volveré a limpiar sus llaves y lo abrazaré firmemente otra vez, sin olvidar que sin su aroma dulce y su amor soplando a mi oído todas las flores y el río se secarán y esta ciudad ya nunca volverá a vivir. Tal vez sea devorado por la serpiente que acecha en los remansos del río o tal vez, si los años no me alcanzan,  me adentraré en el mar, dejaré atrás mi ciudad, mi bicicleta y mi barco. Entonces, veré mi cuerpo suspendido y caerá  una lágrima de mis ojos, que junto a otros millones irá a bañar la playa elevada de mi niñez.

martes, 19 de enero de 2010

La Ciudad del Viento. Relato (2ª parte)

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De cómo conocí los bancos de arena.


Después de algunos días de mucho haber estudiado, decidí salir a conocer los lugares más lejanos al parque. Caminé buscando el río, quería respirar sobre el puente el aire abundante que corre en la tarde. Pensaba además que ahí podía haber algo interesante para mí. Siempre encuentro algo interesante donde voy.
Sin darme cuenta apuré mis pasos, quería llegar hasta ahí a la hora del mejor color de las aguas, las seis de la tarde.

Al llegar, apoyé mis brazos en las barandas del puente y comencé a ver los restos que las aguas habían arrastrado y desperdigado en los incipientes bancos de arena. Eran trozos de palos, hojas, piedras que tenían formas de animales y muchas cosas que no podía distinguir. Estuve por horas observando el ancho caudal y caminé de un extremo a otro del puente varias veces.

Justo antes de atardecer, siguiendo una gaviota que rastrojeaba en la arena, divisé un tronco con una forma muy parecida a un instrumento musical de madera; había sido arrastrado por la corriente del río y varado en un banco de arena. Yo quería verlo de más cerca, su forma me había cautivado y pensaba en cómo bajar al lecho del río a tomarlo. Fuí rápido hasta el muelle a buscar mi barco, así llegaría antes del atardecer hasta el banco de arena donde estaba el trozo de madera con forma de clarinete o algo similar.

Subí a mi barco y navegué rumbo al banco de arena, mientras iba hasta allá, me atormentaba la idea de que el agua pudiera haber arrastrado mi trozo de madera otra vez, o peor aún, que alguien más lo hubiese tomado. Estaba seguro que alguien que supiera de instrumentos musicales se fijaría en él.

No puede lograr llegar de día, para cuando llegué ya oscurecía en el río. Cuando solté el ancla, mi corazón saltaba y yo respiraba agitado.

Encendí las luces del barco apuntando hacia el banco de arena y ahí estaba él, sentí alivio, este viaje desde la orilla habia durado mucho tiempo y yo estaba agotado y ansioso.

Al bajar me di cuenta que lo que yo había visto no era un trozo de madera cualquiera. De alguna manera el río había arrastrado un oboe. No quería tomarlo hasta observar su forma yaciendo sobre la arena, estaba marcado por los signos de haber pasado tiempo sumergido, arrastrado entre ramas y piedras, pero conservaba el brillo de sus llaves. Puse mis rodillas en la arena y me acerqué a sentir el olor de su madera, era dulce.

Tuve temor de tomarlo con mis manos, creí que podría desarmarse al estar reblandecido por el agua. Mi ansiedad era mucha.

Extendí mis manos con cuidado y pasé mis dedos sobre él, sentí alivio nuevamente; entonces me atreví a levantarlo. Fue un instante de trance, sentí la vibración de su madera en mi cuerpo, el paisaje se contrajo sobre nosotros dos y el sonido del agua dejó de ser un metal filudo, los rizos de agua fueron entonces un canto suave de celesta. Tenía en mis manos un tesoro arrastrado por el río, algo que alguna vez fue tocado en una orquesta. Su dueño seguramente no había ciudado bien de él ¿Cuántos tesoros más habría a la deriva en el cauce del río?

La arena en mis rodillas estaba tibia y el oboe me dio la paz que no sentía hace años, desde haber sido un niño en brazos de mi madre. Lo acerqué a mi pecho y limpié los restos vegetales y de arena de sus llaves. No pensaba en volver a la orilla, la noche era clara y sentía el calor de la arena.

Había sido un día extraño y estaba desorientado por este objeto de misterio delirante. Sin pensarlo demasiado, decidí no volver a la orilla sino hasta el otro día. Tomé mi oboe con cuidado pero firmemente, lo abracé y me dejé caer lentamente, y junto a él me quedé mirando el cielo con el canto del agua en mis oídos, hasta dormirme en mi cuna de arena.

sábado, 19 de diciembre de 2009

La Ciudad del Viento. Relato (1ª parte)

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El Misterio. Conspiración de una ciudad.

Hace un año comencé a venir a la Ciudad del Viento. Fue por cursos que comencé a tomar en la universidad local.
Desde hace un mes, cuando conocí los bancos de arena, he comenzado a venir con más frecuencia.
Nunca sentí especial aprecio por este lugar, lo conozco de niño, cuando junto a mis padres venía a visitar a mis tíos.
La Ciudad del Viento es diferente, diferente a todas las ciudades que he conocido. Lo primero que asocio a ella, es el viento constante, que se levanta más fresco y fuerte después de la seis de la tarde. A esa hora, llega hasta el centro el olor del mar, que está muy cerca.
Siempre hay un son en esta ciudad, suena como las ciudades grandes y creo que cada vez suena más, aunque no alcanza a ser ruidosa, eso me gusta.
Cuando necesito del silencio, sólo camino tres cuadras desde mi casa para llegar al Parque de Las Olas. Es verde y silencioso. En el parque se respira el aroma dulce de la madera, me trae los recuerdos de mi infancia más temprana, me recuerda la voz de mi madre cantándome la canción de un pez dorado. Cuando camino por sus senderos, veo como cambian los colores mientra avanzo; a veces -de un momento a otro- las nubes cubren el cielo, y en diez minutos se alejan, dejando trazos índigo sobre la ciudad. Es cuando más me gusta el cielo.
También hay muchos puentes, conectan el centro con la periferia, creo que cuando el viento es fuerte, ellos vibran y hacen un sonido que se enmascara con el son de la ciudad, por eso las personas de aquí no saben que los puentes cantan cuando corre mucho viento. Ellos son las cuerdas de esta orquesta.
El río que atraviesa la ciudad es ancho, tanto que podría haber otra ciudad que flotara en él. Cuando es invierno, el agua viene abundante, me atemoriza su caudal y el reflejo gris del cielo en el agua. Es cuando más me gusta el río.
La melodía del río en invierno es una letanía de troncos de árboles muertos, arrastrados por el torrente ondulado del falso cielo.
En primavera el río trae más agua a veces, pero con el color naranja del sol, se tiñen las crestas de los rizos de agua con un color dorado, y junto al viento, hacen un sonido que acompaña la música de los puentes, las aguas rizadas son la celesta de la orquesta.
Cuando es Noviembre, los bancos de arena emergen entre las aguas rizadas. Si yo naufragara en mi barco -cuando navego por el río- buscaría un lugar seguro en los bancos de arena, allí podría esperar a ser rescatado. Los bancos de arena son un lugar silencioso y tibio. Los bancos de arena son el silencio de la orquesta, ahí descansan los hombres que sueñan todo el día.

Visión (cartas)

Me levanté ansioso de encontrar tus palabras... y tú me regalas estas fotos, justo ahora que estoy escribiendo unas líneas para mi trabajo. Al encontrarme con el túnel, he sentido la alegría que necesitaba para terminar de escribir. Soy feliz de tener los colores de las flores que me diste y las voy a poner en un papel para mirarlas; gracias a ellas y el túnel, he puesto todas estas experiencias últimas en mi mano, y se han tansformado en una idea única, que será el rumbo se mis pasos, hasta conseguir lo que quiero.

Me gusta tu nombre (cartas)

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Haces que lo bueno de mi se libere, me invitas a las sensaciones más plenas con cada palabra que pronuncias y con tus movimientos pausados y femeninos.
Yo he pensado muchas veces en como pierden sentido las cosas cuando mueren después de haber dedicado tiempo a ellas. Ahora, también sé que recobran vida todas ellas, cuando he vuelto a respirar el aire abundante que está en las alturas de tu encanto.
Me gustas tú, tu voz, tus pasos, tus palabras a mi oído... y me gusta tu nombre

Paciencia (cartas)

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Desde ayer esperaba, no he querido decir nada hasta que descanses. No ha sido fácil pasar tiempo aquí, solo, y donde te ví por primera vez. Tú, con tu dulzura, me has dado serenidad, y por momentos me he sentido en un lugar donde nunca he estado. Cuando pienso en esto que hemos estado haciendo...no puedo créer tanta belleza, y a ratos me ausento pensando en como será sentir un beso tuyo. Hay cierta tristeza en esto, yo también he sentido el temor de despertar y no encontrarte más... yo no puedo olvidarte ahora, ya no; cada cosa que pienso, la pienso contigo estando ahí.
No sé que más decir, sólo espero saber que estás feliz, que te veré, y que algún día, cuando esté ya cansado, podré pedirte que acaricies mi frente, hasta volver a ser camino.

jueves, 17 de diciembre de 2009

Claudio con los zapatos rotos (artículo)

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Cierto amigo árabe de mi padre acostumbraba decir: La oportunidad se presenta solo una vez en la vida y el que no la aprovecha perdió para siempre; decía esto refiriéndose a la viveza que hay que tener para hacer buenos negocios, ser oportuno y rápido.
Hoy vivimos uno de esos momentos que marcan el comienzo de un proceso, una oportunidad que se nos presenta: La reconstrucción del carácter histórico de nuestra ciudad o el rescate de lo que aun nos queda para seguir siendo una fuente de talentos y héroes.
La Visión de una Mejor Ciudad es aquello que nos puede orientar hoy, cuando enfrentamos momentos de decisión, cuando definimos nuestras estrategias y fijamos objetivos, es como los sueños para el hombre. Podemos transformar esa Visión en un símbolo, un nombre, una pintura, una canción y ponerlo en un lugar visible para recordar cada día cual es Nuestra Misión, que esté a la vista de todos para guiar nuestros pasos.
Cuando dialogamos acerca de los espacios físicos, en realidad estamos definiendo un paradigma: Que el crecimiento necesita de una espació físico, que es además un punto de referencia para medir cuanto crecemos, aun así esto es más concreto, definimos un lugar con nombre, ubicación y le ponemos un número para costear su ejecución. La pregunta que me surge entonces es: ¿Con qué llenamos este espacio?
Un teatro es simbólico e inspira la creación de muchos, es el lugar donde se encuentran artistas seductores y espectadores que buscan la seducción, es un lugar donde se despliegan pasiones y logros épicos, donde se consagra el trabajo de aquel que un día decidió dedicarse a lo más humano que conozco: Las ideas y la creación constante.
Es lógico que tratemos de “terrenalizar” los propósitos y transformarlos en obras visibles, lo que no es muy comprensible es que no seamos capaces de revisar los paradigmas. ¿Necesitamos realmente gastar seis mil millones de pesos en un teatro? También se dialoga acerca del modelo de gestión en lo administrativo y gestión cultural, yo pregunto ¿La gestión cultural es organizar ciclos o eventos artísticos y culturales? La verdadera gestión, el génesis de la cultura está en el espíritu del ser humano, y un modelo de gestión debiera partir por revisarnos a nosotros, que hoy por hoy somos un panteón de grandes hombres y mujeres, un lugar para adorar el pasado: ¿Y ahora qué? Le vamos a levantar un monumento a lo que no somos, y a las orquestas que vienen de Santiago o de Concepción, a las compañías de teatro de fuera de Chillán y a una niña pianista prodigiosa rusa con comodísimas butacas casi vacías.
Tal vez se pierde el foco cuando se presentan oportunidades tan seductoras como recibir una cantidad de dinero enorme para Chillán y centramos las opiniones en informes que hablan de un edificio, pero ¿Qué le vamos a poner adentro? Observo cierto arribismo y vanidad en la discusión , creo que más que un nuevo edificio para la foto debiéramos mirar hacia el lugar donde habitan los talentos abandonados, los niños que no conocen quien es ese señor de nombre musical y que debió irse a estudiar música fuera de Chile para ser el mejor pianista del siglo veinte .
Cuando estoy en las villas y poblaciones de la clase media de Chillán y veo a las personas transitar por las calles, no las veredas, esperando micro en un barrial, a mujeres con dos o tres niños mal alimentados de la mano, me pregunto: ¿Para que? Para pretender y fantasear que aquí se produce cultura como embutidos. Cierto complejo nos lleva a pensar en un lugar opulento y reservado para una elite artística (digo esto en forma respetuosa y no peyorativa) que a fuerza de perseverancia y becas logra vivir gracias al arte y que el estado o nosotros cumplamos con el deber de pagar por sus buenas ideas; pero eso no alcanza, la cultura no se ve hoy en las calles, no está en las villas, no está tampoco en los colegios ni en las casas de los chillanenses, quien la secuestró, no se. La cosa es que ya no está y veo con tristeza a una mujer caminando por una calle que lleva de la mano a un niño de nombre Claudio con sus zapatos rotos.
Somos las personas lo único presente a través de toda la cadena de cualquier proceso, somos el capital más valioso y costoso y la cultura nace desde nuestro interior y de las relaciones que se establecen entre nosotros. Creo que si existe la oportunidad de tener un fondo tan grande de recursos debiéramos pensar todo de nuevo, partiendo por saber de qué metal y de que tamaño es nuestra espada antes de comprar una vaina tan cara.
Esta es nuestra oportunidad de hacerlo todo de nuevo, pero bien desde el principio; de rescatar y reconstruir la identidad de nuestra ciudad histórica, fortalecer el vínculo entre las organizaciones publicas y privadas y los hombres y mujeres comunes y corrientes, de establecer un nuevo trato, de sincerarnos y aceptar que no hemos crecido en productividad cultural, hemos retrocedido y un teatro de seis mil millones no nos devolverá el carácter.
Tal vez nuestro alcalde recoja estás palabras y lo piense, que visualice el futuro. Puede ser que muchos se sientan frustrados y otros enfurecidos, es cierto que necesitamos un espacio, pero antes hay que invertir en el capital humano que da origen a los grandes hombres y mujeres: Los niños, después hablemos de templos, ¿De qué me sirve un templo si no escucho la palabra y no he aprendido la oración?
Podría acaso ser más productivo invertir en una gran academia de las artes con un gran director como Gonzalo Rojas que aun nos acompaña y vive a cuadras del centro, con muchos buenos profesores, buenos sueldos muchos cupos para talentos de Chillán y sus alrededores, suficientes salas para diversas disciplinas y horario de Domingo a Domingo, con un equipo de profesionales en gestión cultural y docencia que también trabaje en terreno interviniendo en las familias de los talentos y además de todo, con un gran auditorio que ofrezca el mismo espacio y dignidad de un teatro.
Invirtamos en tener nuevas y mejores personas y estoy seguro que con la participación de personas con buenas ideas y bien lideradas, podemos crear un modelo de gestión cultural que sea el antecedente para no repetir este episodio oscuro. Tendremos una nueva generación capaz de desarrollar y mantener una ciudad en base a su capital más valioso, que somos nosotros mismos.

Udo H. Schweitzer M.